Pecados radicales


Mara y los pecados masculinos. Sus manifestaciones testoterónicas y la revelación de aquel que los mantiene ocultos. (Ése que las mujeres no saben cometer).

Ellos se hubieran tentado igual con una fruta menos apetecible (inclusive cualquier verdura insípida hubiera estado bien). Y si lo trasladáramos a la época actual habrían aceptado a la serpiente como amiga en su Facebook.

La tentación en ellos es un mecanismo en stand by que se activa con la más débil de las insinuaciones. Simples y a lo concreto, ellos van pecando por la vida, preservando, claro, su condición de macho. Así pedirán el asado jugoso pero dejarán las partes rojas en el plato, se comprarán la camioneta lo más alta posible para hacer el recorrido diario de 5 cuadras, revisarán mezquinamente el ticket del súper y jamás dirán que no al sexo. Pecarán sin dar tantas vueltas. Si algún cargo de conciencia se hiciera presente será plastificado en esa terapia grupal llamada café.

La Envidia o La Falsa Admiración

Jamás dejarán que la envidia se cuele en su mirada, ése es el pecado que, por excelencia, los pone en inferioridad de condiciones con el otro. Han logrado disfrazarla con felicitaciones y halagos en el rol de buen amigo que disfruta falsamente de éxitos ajenos.

Absurdamente continúan instalando el concepto de poco hombre para quienes sean lindos, corruptos para los exitosos y manejados a los románticos. La digna convicción de que ellos eligen no tener lo que el otro tiene.

La Gula o El Australopithecus
Un kilo de carne por persona más picada y achuras aparte. Alardear de las cantidades es un voto extra para su masculinidad y contar empanadas es un ejercicio que no pueden resistir.

Así, en un legítimo asado, siempre se cuentan las botellas por persona (una de tinto y una de champan sería lo básico). El disfrute en cantidad por sobre todas las cosas y el conteo final de –muertos- se transforma en una actividad ineludible al finalizar la jornada gastronómica.

Obviamente este record será batido nuevamente en el próximo bacanal.

La Soberbia o La Competencia
Pobre de aquel que no ha conseguido un BMW al costo por su amistad con el dueño de la agencia. Indigno el que pagó algo sin descuento y desamparado el que no consiguió entradas de favor para ver a U2.

Los siempre amigos del actual marido de su ex, el inagotable “andá de parte mía”, la insaciable costumbre de acaparar contactos, la manía de tener el dato preciso para invertir mejor el dinero y el hábito no desterrado de medir Km/h o calcular los ingresos ajenos. Incontrolable satisfacción por demostrar su poder frente al otro.

La Ira o La Acumulación
La gota que rebalsa el vaso. Acumuladores de este pecado que estallará en cuanto menciones la palabra “dinero” en el desayuno. (Las tostadas y nuestra voz recordándoles el saldo a pagar son una mezcla explosiva).

A diferencia nuestra, no utilizan la descarga diaria. No recurren al bocinazo, no se quejan en la cola ni le harán una escena a su jefe por no ascenderlos. Todo se desbordará cuando no encuentren el par correspondiente a la media y romperán sus camisas al etilo Hulk cuando un niño les pise el tapizado del auto.

La Lujuria o La Obligación
Pecado que, si no cometen, deberán aparentar que sí serían capaces. “Si yo fuera mujer sería prostituta”, extraña frase que pone en evidencia su fantasía con el goce femenino; dicha generalmente por quienes, además, juzgan duramente a las prostitutas.

Estrategas del amor rentado, lujuriosos de baldes de champán y billeterismo botinero. Viajeros sexuales que inventan campeonatos de golf, truco, paddle, o buceo sin escafandra. Lo importante será salir de los límites del control y aunque sea por una noche cantarle a las estrellas, ¡…después del cabaret… nos vamos para el sauna!

La Avaricia o La búsqueda de razones irrazonables
Los siempre fóbicos de cualquier centro comercial. El tapizado de cuero necesita demasiado cuidado y los autos importados no convienen por los repuestos. Cuando los hombres miden con el codo buscan la excusa de la razón para tapar su avaricia. “Los vinos caros son puro marketing” y no vale la pena salir a comer afuera, el servicio es pésimo. Adoradores del precio por m2, el amagador con la billetera, buscadores incansables de avisos en los diarios para pescar una ganga, acovachadores de artículos en desuso. Siempre escondidos tras el sentido común.

La Pereza o La Conveniencia
Imposible pensar la vida sin asistentes (léase secretaria, madre, esposa o hijos). Su pecado favorito en donde se victimizan y logran su objetivo. Muy usado para zafar de las reuniones familiares y los compromisos aburridos. Un cansancio repentino para desviarnos de nuestro torturante “tenemos que hablar”. Incuestionable, impredecible y una batalla perdida para las mujeres.

Y por último el pecado que es inherente a ellos: La Banalización de todos los demás. Esa increíble facilidad para quitarle peso a sus errores. El gran pendiente femenino. El pecado que todas querríamos cometer: disfrutar sin culpa, perdonarnos y reconocernos, como ellos, animales al fin.

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