¿Qué hacemos con la masculinidad: reformarla, o abolirla transformarla?
Jokin Azpiazu
Carballo (sociólogo y activista de los movimientos sociales) analiza las contradicciones del popular discurso de las nuevas
masculinidades: el excesivo protagonismo, la escasa vinculación a
las teorías feministas, el heterocentrismo, el binarismo, o las
resistencias a renunciar a los privilegios
Durante los últimos
años, el estudio de la masculinidad (o las masculinidades) ha
recibido gran atención tanto en el ámbito de la investigación como
en otros ámbitos sociales, como por ejemplo el de los medios de
comunicación. Al amparo de los estudios de género, en varias
universidades se están realizando estudios sobre masculinidad, y las
líneas de investigación sobre el tema se están fortaleciendo y
afianzando. Al mismo tiempo se están impulsando diferentes
iniciativas en el terreno de los movimientos sociales así como en el
de la intervención institucional, siendo probablemente las más
conocidas los denominados “grupos de hombres”.
La idea que subyace
en la atención que la masculinidad está recibiendo en el terreno
académico es la siguiente: el género es una construcción social
(tal y como la teoría feminista ha argumentado ampliamente) que
también nos afecta a los hombres. Por lo tanto, poner el “ser
hombre” a debate e iniciar una tarea de deconstrucción es posible.
Así, los estudios sobre la masculinidad nos animan a ampliar la
mirada sobre el género, a mirar a los hombres. Esto tiene sus
efectos positivos, ya que los hombres no nos situaríamos ya en la
base de “lo universal” sino en el terreno de las normas de género
y su contingencia histórica y social.
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