¿Culpable por ser hombre?: los feminismos en una sociedad patriarcal

Presentamos una serie de reflexiones que hemos discutido en los últimos meses respecto de los feminismos que vamos construyendo. Nos pareció importante dejar por sentado algunas dudas que planteamos para el debate. Estas preguntas buscan de la manera más honesta y generosa fortalecer nuestros procesos políticos, a través de invitarnos a pensar y a repensar qué tipo de sociedad queremos y qué tipo de sociedad estamos tejiendo en nuestras luchas. Partimos de reconocer y agradecer todos los procesos de lucha social y particularmente la feminista en su diversidad.
Natalia Sierra                                                          17 de Diciembre del 2018

“El feminismo es la noción radical de que las mujeres son personas” (Marie Shear)

¿Mujeres versus hombres; victimas versus victimarios; no estamos cayendo en los esencialismos que tanto criticamos? (Paz Guarderas, Feminista y Psicóloga Social- UPS-Quito)

Nuestra presencia feminista en las calles, en foros, en museos, en las universidades se torna cada vez más visible. Esa presencia es una continua disputa de sentidos con grupos profundamente conservadores. En esta arena estos grupos han colocado sobre el tapete la noción de que la “ideología de género” es “un relato político de odio al hombre”. Afirmación que hace eco en mis estudiantes, en mi propio hijo adolescente y en diversas audiencias, principalmente masculinas. Y es en este marco que me pregunto ¿cómo los repertorios discursivos de estos grupos nos interpelan? y ¿qué efectos han tenido nuestros discursos?
Desde hace algunos años investigo la intervención psicosocial y he identificado la construcción de ciertas nociones de los sujetos en las políticas y servicios asociada a la violencia de género: las mujeres-víctimas-pasivas-requeridas de protección y los hombres victimarios-activos-dignos de castigo. Esta construcción me ha preocupado, y no solo a mí sino a otras feministas como Elena Casado. Si bien los feminismos han puesto sobre el tapete las relaciones de poder desiguales, este abordaje en las políticas ha significado la construcción de dos sujetos esenciales, que lejos de promover la transformación de los roles tradicionales parece haberlos acentuado.
El feminismo de ningún modo se opone al hombre sino al patriarcado, parece obvia esta afirmación pero es necesaria enfatizarla. Sin embargo, rastreando el origen de esta idea me he encontrado con bell hooks (Autora utiliza las minúsculas en su nombre) quien en 1984 plantea que ciertas perspectivas hegemónicas de los feminismos occidentales se cimentaron sobre la noción de “victimización compartida”. La autora indica que al colocarse en este lugar de víctima se abdican de su lugar en el mantenimiento del sexismo y racismo y colocan como su enemigo al “malvado hombre”. La clave está, escribirá la autora, en cuestionar el orden sexista, racista y clasista de la opresión. Nos alerta, entonces, sobre la necesidad de comprender a las posiciones sociales que ocupamos en un entramado complejo de subalternización.

"Ciertos feminismos ecuatorianos de finales de los ochenta e inicios de los noventa ya pusieron estos temas a debatir, pero fueron silenciados a la hora de construir las políticas. Volver a esas lecturas hoy parece necesario".

Ahora bien, esta construcción de dos categorías lejos de convertirse en una estrategia de movilización ha devuelto una esencia a nuestros cuerpos. Es decir, el efecto ha sido contrario a nuestra batalla. Muchas mujeres no se sienten cómodas definiéndose como víctimas, como ya nos alertaron María Cuvi y Alexandra Martínez en su libro el Muro interior. Ni los hombres se consideran ese “hombre malvado”.

Otra cuestión que se desprende de lo anterior es que parecería, a ojos de los otros, que estamos reduciendo lo que afecta nuestros cuerpos y nuestra vida en una narrativa de protecciones y castigos. Hace pocos días comentaba una líder estudiantil que un medio de comunicación amarillista se le acercó y preguntó: “¿cuántos años de condena están pidiendo para el agresor?”, en referencia a un sonado caso de acoso sexual en la universidad. Si bien es clave que se establezcan sanciones, no creo que el accionar feministas puede reducirse a esto. Lo que queremos son cambios profundos en los imaginarios. Por ello, como dice Rita Segato, no será que necesitamos preguntarnos: ¿estamos usando las estrategias bélicas patriarcales para desmantelar al patriarcado?
Ciertos feminismos ecuatorianos de finales de los ochenta e inicios de los noventa ya pusieron estos temas a debatir, pero fueron silenciados a la hora de construir las políticas. Volver a esas lecturas hoy parece necesario.

¿Ma, a ti solo te preocupan los derechos de las mujeres? (Erika Arteaga Cruz)

Todavía recuerdo la cara de mi hijo de 9 años cuando me preguntaba hace un tiempo: “¿Ma, a ti solo te preocupan los derechos de las mujeres no? ¡Porque eso es lo importante!”. Le expliqué que el feminismo propone construir una sociedad en la que podamos vivir todos y todas en equidad de condiciones, pero que nosotras venimos con desventajas marcadas: acoso, menor salario por el mismo trabajo, violencia, ¡muerte!

Y es que al vivir en una casa conmigo y su hermana de 15 años, en la que muchos de nuestros diálogos son sobre la construcción de nuevas formas de relacionamiento, propio de la adolescencia, o de las preocupaciones que tengo cada vez que ella sale porque quiero que vuelva viva —un horror, sí, pero real—, es obvio que abordamos las causas y consecuencias de una sociedad tan marcadamente machista como la ecuatoriana.

En un contexto así nunca me figuré que, para criar a dos, yo tendría muchas más claves para criar a mi hija porque se sabe la discriminación, el acoso, la violencia y las formas de defensa que se ha experimentado en carne propia, y estaría mucho más perdida a la hora de criar a ese hombre distinto, ese hombre que no es machista y que es aliado del feminismo porque lo vive en su cotidiano en casa.
No imaginé por ejemplo que él tuviera que enfrentarse al reggaetón y le guste (aunque estoy segura que no entienda ni la cuarta parte de lo que dicen), tampoco que tendría que plantarse firme y constante todo el tiempo porque tiene el pelo largo o que él tendría que enseñarles a varias de sus profesoras de distintos colegios que los niños lloran y eso no tiene nada que ver con “portarse varoncito”. No me imaginé ni por un segundo que en su clase él podría ser tildado de débil por sus compañeros ni que su sensibilidad fuera un riesgo, tampoco me imaginé pensando cómo carajos le enseño a darse de quiños, porque esa, esa es la sociedad que tenemos y a los más tranquilos – que se defienden con palabras- les hace falta aprender a defenderse físicamente también. Y no, no estoy promoviendo la violencia, pero estoy segura que hasta que enseñe pacíficamente a todo su entorno que golpear está mal a todo nivel, él ya tendrá su primer moretón. Entonces es enseñarle: a las mujeres y a los más débiles no se les topa, debes defender a los más vulnerables, pero, además, si son grandes y bravucones, te toca plantarte y fuerte. Si, esquizoide.

Hago toda esta narración porque desde hace algunos meses varias de nosotras nos hemos planteado si estamos quizás actuando con la violencia propia del patriarcado, para defender nuestros derechos.

(...)

Conclusiones finales
Esperamos fortalecer nuestros debates y con ello fortalecer nuestras luchas en función de construir una sociedad para todas, todos, todes, pero sobre todo una sociedad no patriarcal, no capitalista y no colonial.


Texto completo: http://www.planv.com.ec/culturas/debate/culpable-ser-hombre-feminismos-una-sociedad-patriarcal

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