La identidad masculina ante el reto de la igualdad

José Ángel Lozoya Gómez

La mía es una mirada periférica al menos por dos motivos, el país y el idioma, a pesar de ello quiero hablar de la necesidad de impulsar un discurso y un movimiento de hombres por la igualdad, que permita conciliar la solidaridad con las reivindicaciones del movimiento de mujeres y el derecho de los hombres a la felicidad en el nuevo orden social.

La identidad masculina solo es eso que en leguaje coloquial llamamos masculinidad. Una construcción social que nos remite a la existencia simbólica de un Modelo Masculino Hegemónico, que reclama obediencia a unas reglas definidas desde la noche de los tiempos, en relación a cuyos mandatos: valor, honor, tesón, firmeza, poder,.. medimos los hombres nuestra virilidad. La masculinidad hace referencia a eso que últimamente llamamos género masculino, a los atributos y roles en que se socializa a los hombres y al resultado que se persigue, un patrón cultural que presenta importantes diferencias históricas y geográficas, de raza, etnia, grupo o clase social.

Diferencias que constituyen la mejor prueba de que ninguno de los modelos conocidos son la consecuencia natural de los cromosomas XY o de la presencia

del pene, aunque se nos presenten como si lo fuesen para poner a la naturaleza como coartada y ocultar las estrategias de poder que persiguen las asignaciones de género. Pero la gente desconfía de la naturaleza el interviene para asegurar la virilidad de sus hijos desde que nacen. La sociedad transmite que un hombre ha de ser fuerte, seguro, independiente, competitivo, autosuficiente, importante, heterosexual, etc.

En ese hacer a los hombres, se nos induce una identidad complementaria a la fe

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