¿Políticas de igualdad de mujeres y hombres?
El papel de los hombres por la igualdad
José Ángel Lozoya Gómez
En
primer lugar quisiera agradecer la invitación a intervenir en este
Congreso. Interpreto que esta invitación es un síntoma del interés
creciente sobre el papel que podemos ocupar los hombres por la igualdad
en el diseño y la construcción del futuro compartido que propone el
feminismo. Ser el único ponente supone un reconocimiento y una
responsabilidad que no me gustaría defraudar, habida cuenta de que
aparezco como interlocutor de un movimiento social que soy incapaz de
representar en su diversidad.
Convencido
de que uno de los retos que tenemos que asumir es el de aportar nuestra
perspectiva, empezaré resumiendo las propuestas que pretendo someter a
vuestra consideración e intentaré desarrollarlas algo más adelante. Creo
que necesitamos superar el desencanto de ese sector de la población que
percibe que las políticas de igualdad se han hecho buscando solo el
bienestar de las mujeres y olvidándose de los hombres, hasta el punto de
sentir que las leyes los discrimina injusta e innecesariamente; se
alimenta así la sospecha de que el objetivo no declarado del feminismo
fuera darle la vuelta a la tortilla, es decir, invertir las relaciones
de poder entre los sexos.
Para
recuperar la mayoría social por la igualdad, con la que llegamos a
contar, necesitamos demostrar, con algo más que palabras, que la
igualdad no es posible sin la implicación activa y consciente de la
mayoría de los hombres; por eso propongo dar la importancia que merece a
su inclusión en las políticas de igualdad, priorizando aquellas
iniciativas que supongan beneficios mutuos, algo que en las actuales
circunstancias de desigualdad entre los sexos siempre beneficiará
especialmente a las mujeres.
Sé que no invento nada, pero mi propuesta es:
- Avanzar en la ampliación de los permisos por paternidad hasta conseguir hacer realidad los permisos individuales e intransferibles por nacimiento o adopción.
- Promover medidas de acción positiva para conseguir cuotas paritarias y de presencia de mujeres y hombres en todos los espacios y colectivos donde alguno de los sexos esté infrarrepresentado.
- Incorporar en la educación el análisis crítico del daño que las asignaciones de género hacen a los niños y a los hombres.
- Contar con hombres por la igualdad en el diseño, aplicación y evaluación de las políticas de igualdad.
- Y por último, impulsar en las instituciones programas de hombres, similares a los institutos, consejerías y concejalías de la mujer, para promover el cambio el cambio de los hombres.
Desarrollo de la propuesta
En
relación con el “análisis crítico de la situación actual” que se nos
solicita, me atrevo a sugerir que en unos años, en nuestro país, hemos
pasado de la sensación de que nos encontrábamos en el principio del fin
del patriarcado, a otra en la que se han borrado la mayoría de las
conquistas o están seriamente amenazadas. Este escenario se explica por
la respuesta que se está dando a la crisis económica, a la victoria del
PP y a los errores cometidos durante los gobiernos socialistas.
En
abril del 2005 un infarto me retiró del mercado de trabajo y de buena
parte de mi vida social, por aquel entonces muy intensa. En esa época,
además de dirigir el Programa de Hombres por la igualdad del
Ayuntamiento de Jerez —la primera iniciativa institucional para
favorecer el cambio de los hombres—, daba muchas conferencias y
trabajaba como contertulio en no pocos debates de radio y televisión.
Eran tiempos en los que el discurso de la igualdad era tan hegemónico en
la calle que resultaba difícil encontrar hombres de cierto prestigio (y
no digamos mujeres) dispuestos a hablar públicamente contra la
igualdad. Había que pagar a personajes más o menos esperpénticos, como
Jesús Neira, el doctor Cabezas o el padre Apeles, para justificar
debates muy polarizados. En estos programas defendí posiciones con Nuria
Varela, Lidia Falcón o Matilde Fernández, pero sé de muchas feministas
que se negaban a participar en estos debates, pese a sus elevados
índices de audiencia, a causa de la acritud de los mismos.
En
ese clima favorable a la igualdad y recién estrenado el primer Gobierno
paritario de la historia (septiembre de 2004), se aprobaron la ley
contra la violencia machista —por unanimidad—, el divorcio exprés y el
matrimonio entre homosexuales. Y en los años siguientes la ley de
dependencia, la de igualdad y la del aborto. Eran reformas de tanto
calado que cuando se creó el Ministerio de Igualdad sentimos que nos
convertíamos en uno de los países más igualitarios del mundo.
Pero
algo debió hacerse mal para que buena parte de la población empezara a
sentir que las leyes de igualdad solo buscaban el bienestar de las
mujeres, se olvidaban de los hombres y los discriminaban, alimentando la
vieja sospecha de que el objetivo no declarado del feminismo fuera
invertir las relaciones de poder entre los sexos. Pasar de hablar de
políticas “para la mujer” a llamarlas “de género” y, más tarde, “de
igualdad entre hombres y mujeres”, en lugar de ayudar a aclarar los
objetivos provocó la sensación de que se disfrazaran. En este escenario
se fue desarrollando un discurso por los derechos de los hombres que,
para evitar chocar con el sentimiento mayoritario de la ciudadanía, se
llama partidario de “la igualdad efectiva”.
Algo
tuvo que ver en este proceso el efímero Ministerio de Igualdad, que
surgió como una apuesta estratégica y desapareció sin ninguna
explicación, pero que en su corta existencia demostró una injustificable
falta de voluntad para promover el cambio de los hombres, eludiendo
incorporar sus necesidades a las políticas de igualdad, pese a las
propuestas que, con la mejor de las disposiciones, le hizo llegar el
MHXI; de haber sido tenidas en cuenta, estas propuestas habrían sido una
apuesta por ayudar a consolidar un amplio colectivo de hombres capaz de
aparecer como alternativa creíble frente al discurso neomachista. Las
campañas e iniciativas que el Ministerio impulsó hacia los hombres
pecaron de improvisación y, salvo la que invitaba a sacar tarjeta roja
contra la violencia machista, estuvieron dirigidas contra estereotipos
en lugar de buscar la implicación de los hombres.
La
poda de la igualdad que con la excusa de la crisis económica inicio
Zapatero, que se llevó por delante el Ministerio de Igualdad y la
prometida ampliación de los permisos de paternidad, dio paso a la tala
de Rajoy contra las mujeres y el estado de bienestar.
En
relación con la “necesidad de revisar las estrategias en busca de
nuevos planteamientos” que nos ayuden a defender las conquistas en
peligro y recuperar la iniciativa en el impulso de la igualdad, y sin
olvidar que la prioridad sigue siendo promover el empoderamiento de las
mujeres y la lucha contra las desigualdades que siguen padeciendo, hace
falta superar las dudas sobre la necesidad de contar con los hombres y
asumir que es un error dejar en segundo lugar el apoyo al cambio de los
mismos. Este apoyo siempre ha contado con aquellos sectores del
movimiento feminista que ven la igualdad como una aspiración democrática
inalcanzable sin la ayuda del MHXI, que (todo hay que decirlo) nunca
han puesto en peligro los recursos destinados a las mujeres.
Admitir
que las prioridades son la erradicación de las violencias contra las
mujeres y la implicación de los hombres en lo doméstico no impide
reconocer que faltan estudios sobre los hombres; que hay áreas como el
fracaso escolar, la exclusión social, la salud o las expectativas de
vida, donde la situación de los hombres parece ser peor que la de las
mujeres; o que interesa animar a los hombres a que elijan profesiones
muy feminizadas o estudios de humanidades.
Intentaré desarrollar los cinco puntos de la propuesta que he resumido:
- Avanzar en la ampliación de los permisos por paternidad hasta que sean iguales a los de maternidad, intransferibles y pagados a cargo de la Seguridad Social.
Los
padres proporcionan el primer modelo de lo que significa la
masculinidad, de cómo expresar los sentimientos y de cómo no hacerlo.
También de cómo comportarse con su pareja, con las mujeres y con el
resto de la sociedad. La forma y el grado en que se corresponsabilicen
con la gestión y la ejecución de las tareas domésticas o la crianza de
hijos e hijas valen más que todos los discursos. La paternidad puede
ser, para la mayoría de los hombres, la mejor oportunidad de aprender a
expresar sus sentimientos y a ponerse en el lugar de sus menores. Los
permisos de paternidad les permiten disfrutar de esa etapa de la vida de su prole, al tiempo que encargarse de la intendencia, en el momento en el que más dispuestos suelen estar a intentarlo.
La
PPiiNA (Plataforma por Permisos Individuales e Intransferibles de
Nacimiento o Adopción) ha conseguido unir en torno a esta reivindicación
a más de 90 colectivos —feministas, mixtos y de hombres por la
igualdad— y a mucha gente a título personal, porque es de las pocas
iniciativas que miran hacia adelante. La PPiiNA defiende que los hombres
pueden y deben cuidar igual que las mujeres, y que las mujeres deben
tener las mismas oportunidades en el empleo; por eso ha convertido este
objetivo en el eje sobre el que combatir la discriminación de la mujer
en el mercado de trabajo, al tiempo que incluye a los hombres como
beneficiarios directos de las políticas de igualdad.
- Ni más del 60% ni menos del 40%.
Se
está produciendo una incorporación masiva de mujeres a profesiones y
sectores históricamente masculinizados, como la medicina o la justicia,
sin que los hombres hagan el trayecto contrario incorporándose a la
enseñanza primaria o la enfermería; es una especie de ampliación de las
asignaciones de género femeninas como el cuidado, la educación o la
administración de justicia en el hogar, que conllevan una redistribución
de lo público entre los sexos, más equitativa y menos excluyente que la
anterior, pero que no acaba de romper con los roles tradicionales.
Tenemos
que empezar a usar, y a reivindicar, medidas de acción positiva
(siempre provisionales) para promover la incorporación de los hombres a
las actividades domésticas y a las profesiones más feminizadas, como
parte de una estrategia de deconstrucción de los roles de género, para
que estos roles dejen de estar asociados a un sexo determinado y
favorezcamos el surgimiento de un referente universal que junte en una
esencia lo mejor de los modelos femeninos y masculinos tradicionales.
A
mí me parece equitativa la fórmula que habla de garantizar una
representación mínima por sexos del 40% y máxima del 60%, porque ayuda a
identificar desigualdades en aquellos sectores o actividades a los que
las mujeres siguen teniendo dificultades para acceder, pero también en
aquellos otros que los hombres están abandonando o a los que se resisten
a incorporarse. El 60/40 garantiza las aspiraciones de
representatividad de las mujeres al tiempo que combate el miedo de no
pocos hombres a la inversión en relaciones de poder entre los sexos.
- Coeducar pensando también en los niños.
La
juventud ha asumido la conveniencia de la igualdad entre los sexos,
interiorizándola como si no existieran las desigualdades porque creen
que no debe haberlas. Por eso no se dan cuenta de las desigualdades que
forman parte de la idea que ellos y ellas tienen de lo que debe ser un
chico y una chica, y cuando se manifiestan entre sus iguales de edad les
cuesta reconocerlas.
Los
chicos son socializados, desde la homofobia y el sexismo, como
diferentes y desiguales a las chicas y las mal llamadas minorías
sexuales, en una relación jerárquica que les plantea la necesidad de
asumir la “masculinidad” para ser reconocidos como auténticos hombres.
Con
el objetivo de combatir el sexismo, la escuela adopta a menudo un
enfoque que convierte la masculinidad en sospechosa e intenta
modificarla echándosela en cara a los niños, para que se adapten —o se
sometan— a
una idea difusa de la igualdad, en la que ellos tienen que
ceder siempre ante las niñas, sin obtener ningún beneficio a cambio, ni
ofrecerles modelos alternativos. El resultado es que los niños sienten
que se les trata peor y son menos felices que las niñas en la escuela,
cooperan menos, su autoestima es más baja, tienen problemas de atención y
desciende su rendimiento académico.
Estamos
ante una quiebra del principio de igualdad de derechos y oportunidades
por razón de sexo. Hay igualdad de oportunidades de entrada con la
escolarización universal y una quiebra de la misma a la salida, porque
el fracaso escolar tiene cara de chico. La igualdad de derechos y
oportunidades desaparece a medida que aumenta el nivel de
escolarización. Una discriminación sutil va lastrando las expectativas y
el interés de los chicos.
Hay
una falta de conciencia sobre la necesidad de educar a los chicos en la
igualdad que, unida a la crisis de la masculinidad tradicional y la
ausencia de modelos masculinos igualitarios con prestigio social, ayudan
a entender lo difícil que resulta la transmisión y adquisición de
modelos coherentes, equivalentes y atractivos para los chicos, y la
carencia de estrategias de cambio entre los jóvenes.
Las
expectativas y el esfuerzo familiares no contribuyen al éxito académico
de los chicos, y en las aulas se han dado pasos en la denuncia del
sufrimiento que el machismo provoca a las mujeres, pero no se ha hecho
casi nada para explicar el dolor y los problemas que muchos rasgos
característicos de la masculinidad causan a los propios hombres, como la
autosuficiencia o la necesidad de estar siempre compitiendo. Tampoco
suele hablarse del precio que pagan los hombres por ir de machos por la
vida; ni de los beneficios de la igualdad para los propios chicos; ni de
por qué les interesa hacer suyos algunos de los rasgos que han sido
considerados propios de mujeres, como la prudencia, o el cuidado de las
personas y las cosas; ni de la importancia de la autonomía personal ante
el medio y el grupo de iguales.
- Contar con hombres en las políticas de igualdad.
Los
roles se entrecruzan, lo que conocemos como masculino y femenino va
dejando de estar asociado a hombres y mujeres, pero la mayoría de los
hombres viven la asunción de “lo femenino” (expresión de los
sentimientos, ética del cuidado, tareas domésticas…) con sensación de
pérdida de prestigio social, en tanto que las mujeres lo ganan a través
de su incorporación al mercado de trabajo y la vida pública, e
incrementan su influencia en la construcción de la norma y la moral
social.
El Primer Plan Estratégico para la igualdad de mujeres y hombres en Andalucía 2010/13 es
un ejemplo de cómo se va incorporando a los hombres a las políticas de
igualdad, citándolos cuando resulta inevitable pero sin impulsar ninguna
medida de acción positiva para evitar que el fracaso escolar siga
teniendo cara de chico, facilitar la incorporación de los hombres a las
profesiones o actividades más feminizadas, o promover la inclusión de
los hombres en las estructuras encargadas de participar en el diseño, la
planificación, la aplicación y la evaluación del Plan, con la
convicción de que podemos contribuir al
cambio aportando nuevos enfoques que lo enriquezcan y den crédito a la
idea de que la igualdad nos interesaa los hombres tanto como a las
mujeres.
Congeladas
las iniciativas para acelerar el proceso de incorporación de los
hombres a las actividades domésticas, como la ampliación de los permisos
de paternidad, hace falta demostrar que existe voluntad de ayudar a los
hombres en el cambio, y que existe interés en que la mayoría pase de
dejarse arrastrar por la presión del entorno a impulsar la igualdad
haciendo el camino menos traumático para las mujeres y para los propios
hombres. Un objetivo para el que sin duda es imprescindible.
- Impulsar programas de hombres.
Esta
necesidad ya fue percibida hace más de diez años por algunas mujeres
que se beneficiaban de las iniciativas de los Institutos, Consejerías y
Concejalías de la Mujer, y empezaron a plantear la conveniencia de
experiencias similares dirigidas a los hombres. Constataban que, al
volver a casa sensibilizadas en las actividades organizadas para ellas,
se encontraban al marido de siempre, un señor con frecuencia
voluntarioso, al que le faltaban modelos igualitarios, alternativos a
los tradicionales, para orientarse en el cambio. Hombres con quienes
deseaban seguir viviendo y compartiendo el futuro, y se lamentaban de
que no existiera una oferta de actividades pensadas para ellos,
impulsadas por las instituciones, que les ayudara a incorporarse al
objetivo de la igualdad.
En
unas Jornadas Estatales de Salud y Mujer celebradas en Jerez de la
Frontera, en las que participé como ponente, planteé una idea de
atención específica para los hombres, y se recogió en las conclusiones
de los talleres organizados para hombres en las mismas.
Con
estos antecedentes, que sería exagerado calificar de presión social, y
sin existir ningún precedente conocido, una mujer, Antonia Asencio, tuvo
el mérito de asumir, en 1999, el riesgo político de poner en marcha el
primer programa institucional de “Hombres por la Igualdad” y contar
conmigo para dirigirlo. Se trataba de una experiencia feminista que
aspiraba a superar las políticas de igualdad tradicionales, por entender
que el objetivo pasa por profundizar en las medidas que contribuyen a
lograr la plena equiparación de la mujer, al tiempo que se incorpora a
los hombres a este proceso de cambio social, para terminar con cualquier
tipo de discriminación entre las ciudadanas y los ciudadanos. Creó una
Concejalía que agrupaba todos los servicios municipales dirigidos a las
mujeres que se hallaban dispersos, al tiempo que incrementaba su
visibilidad y su presupuesto, y fundaba el programa de hombres.
La
Concejalía fue concretando un discurso de género y un conjunto de
actividades dirigidas a toda la población, al tiempo que impulsaba
iniciativas específicas para mujeres y hombres, reforzando su
credibilidad al tener cotidianamente en cuenta a unas y otros. Este
Programa de Hombres —hoy seriamente amenazado— sigue contribuyendo a
esta experiencia con un discurso inequívocamente solidario con las
reivindicaciones de las mujeres que invita a los hombres a asumir sus
responsabilidades en los espacios públicos y privados, al tiempo que
avanza en la detección, difusión y abordaje de las problemáticas y
demandas específicamente masculinas, relacionadas con la salud, la
paternidad, la violencia, la solución de conflictos, la competitividad,
la sexualidad, la responsabilidad reproductiva y profiláctica, la
amistad entre varones, la homofobia, o el impulso de formas no sexistas
de organización.
El
trabajo hacia los hombres y con los hombres requiere un abordaje
integral de la crisis de los modelos masculinos que les anime a hacer un
análisis autocrítico sobre los efectos del patriarcado, que incluya una
valoración de la medida en que cada cual contribuye a perpetuarlo y las
consecuencias que esto tiene para su vida o la de quienes les rodean;
que les invite a asumir el compromiso de iniciar los cambios necesarios
para procurar unas relaciones más justas, saludables, solidarias e
igualitarias, con las mujeres y con el resto de los hombres; que les
trasmita todas las ventajas que para su autonomía y calidad de vida
tiene el orden social que les proponemos.
La
Diputación de Sevilla hizo una experiencia breve en el tiempo, pese a
las expectativas que generó, por la falta de visión y voluntad política
de las responsables del área de igualdad. Y en noviembre de 2007 la
Comunidad Autónoma de Euskadi puso en marcha el programa Gizonduz,
la apuesta institucional con más presupuesto (hoy muy recortado) “para
promover la concienciación, participación e implicación de los hombres a
favor de la igualdad de sexos”.
Las
instituciones en las que gobierna la izquierda han de demostrar que
están interesadas en los problemas específicos de los hombres y
dispuestas a verlos como agentes de igualdad en potencia, poniendo en
pie Programas de Hombres por la Igualdad, preferiblemente con la
colaboración del MHXI.
El papel de los hombres por la igualdad
Los
hombres por la igualdad sabemos que no basta con constatar que la
presencia de los hombres en las
manifestaciones del 25 de noviembre haya
dejado de ser anecdótica, con señalar que se ha producido un incremento notable de la democracia en la toma de decisiones en los hogares,
con saber que los micromachismos son el caldo de cultivo en el que
germinan, se desarrollan y se legitiman las desigualdades, ni con llevar
nuestros mensajes a los varones sensibles y machistas recuperables.
Sabemos
que los hombres podemos y debemos oponernos a la ofensiva contra la
igualdad que estamos viviendo, compartiendo los cuidados al tiempo que
vamos asumiendo las responsabilidades que se derivan de la igualdad de
derechos que tenemos o que reivindicamos, convencidos de que contribuyen
al cambio personal, a construir relaciones más solidarias, paternidades
equivalentes y la igualdad de oportunidades ante el mercado de trabajo.
También sabemos que podemos contribuir a evitar la mayoría de los
embarazos no deseados, la extensión y feminización del VIH, el
desarrollo de las redes de trata de mujeres con fines de explotación
sexual o las manifestaciones homófobas que se producen en la vida
cotidiana.
Somos
un “meneíllo” con vocación de movimiento social que hace un año
consensuó en Barcelona la “Agenda de los Hombres por la Igualdad”, lo
que supuso un paso importante en nuestra coordinación y proyección
social. La Agenda puede resumirse en: el rechazo al Patriarcado; la
lucha contra las violencias machistas hacia las mujeres y las “minorías
sexuales”; la promoción de la corresponsabilidad de los hombres en los
cuidados; el impulso de la paternidad activa y responsable; la
coeducación; el lenguaje igualitario; las cuotas paritarias y de
presencia de mujeres y hombres; la sexualidad libre, respetuosa y
consentida; la mejora de la salud de los hombres visibilizando los
costes de las formas dañinas de ser hombre.
También
acordamos movilizar a los hombres en torno al 21 de Octubre contra la
violencia machista —animándolos a participar en los actos del 25 de
Noviembre—, y el 19 de Marzo para celebrar el “día del padre
igualitario”, promover la paternidad plena, cuidadora y responsable, con
acciones a favor de los cuidados compartidos y la reivindicación de los
permisos de maternidad y paternidad iguales, intransferibles y pagados
al 100% a cargo de la Seguridad Social.
El pasado 14 de septiembre se celebró en Bruselas una conferencia sobre “El Papel de los Hombres en la Igualdad de Género” para analizar los resultados de un estudio sobre la
situación de los hombres en 27 países europeos, y se constató que, pese
a la diversidad de realidades que conviven en Europa, hay un avance en
la implicación de los hombres en la igualdad, y que las políticas
públicas de fomento de la igualdad en los hombres propician su mayor
implicación.
A modo de conclusión
Hoy,
uno de los baremos para medir la voluntad política de avanzar hacia la
igualdad entre los sexos es el de los recursos que emplea cada
institución en ayudar a los hombres a implicarse en el cambio. Cada día
cuesta más entender que no haya apartados específicos en cualquier plan
de igualdad, o que las áreas de igualdad de las distintas
administraciones no cuenten con programas dirigidos a los hombres, con
su correspondiente dotación presupuestaría. Es evidente que la
inexistencia de estas iniciativas no atenúa las responsabilidades
personales de nadie, ni justifica las resistencias de los hombres, pero
también es claro que esa carencia le resta credibilidad al discurso que
mantiene que las políticas de igualdad pretendan realmente su inclusión.
También es indudable que el colectivo de hombres por la igualdad —cada
vez más extendido— es el sector mejor preparado para asesorar en el
diseño, y asumir la coordinación, de cualquier iniciativa pública con
pretensiones igualitarias dirigida a los hombres.
Bilbao, octubre 2012
Fuente: http://heterodoxia.wordpress.com/2012/10/21/politicas-de-igualdad-de-mujeres-y-hombres/
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